Una boda sin humo
Ayer estuve en una boda sin humo. Y a pesar de los problemas que (se cree) se deberían montar en esos casos, todo transcurrió con la mayor de las calmas. Y con el mayor de los deleites.
Saborear el coctel y la comida sofisticada de La Ontina sin interferencias olfativas fue genial. Hasta tomar unas copas y comenzar el baile sin que te picaran los ojos ni la garganta (y ésto me lo dijo una fumadora) era un disfrute. Evidentemente no se regalaron puros, sino bombones, una opción mucho más sana y suculenta.
Salvo una persona que fue la oveja negra e hizo de su capa un sayo y fumó, en un rinconcico pero fumó, el resto de los fumadores fueron desfilando a la calle cuando lo consideraron imprescindible, pero demasiados sin aspavientos. Desde luego no vi a nadie enfadado por no poder fumar.
A última hora, ya en horario de discoteca, se cambió de ubicación y se permitió fumar.
Pero tal y como se estructuró el tema, todos, sin excepción, disfrutamos del banquete.
Muy recomendable.
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